Sin duda uno tiene mayor disposición para orar cuando se pasa por un momento difícil, esa es la motivación para pasar más tiempo con Dios. Y Él quiere tener ese tiempo con nosotros, sin importar nuestra situación; y ahí está el desafío, porque rara vez recordamos orar y agradecer cuando todas las cosas marchan de maravilla.
Hoy no estoy en mi mejor momento, pero tengo algo para contar: a través de la oración tuve una revelación. Estoy batallando con un problema de actitud de mi esposo que muchas veces me deja con la sensación de soledad, sin amor. Me complace mucho que en estos meses de crecimiento y aprendizaje quedó muy arraigado en mí el no explotar ante esta actitud, y yo continúo siendo la esposa querendona y atenta que siempre he querido ser, pero eso no quiere decir que no piense en dejar de hacer lo que hago porque él no lo merece.
Esta mañana estuvo llena de revelaciones. Hoy me di cuenta que termino el día agotada porque además de mi trabajo, estoy montada en una montaña rusa emocional. Normalmente termino de despertar una vez que llego a la oficina, y lo primero que hago es leer la segunda parte de mis devocionales (porque la primera parte la hago apenas despierto) y no hay forma de no energizarse al leer ese versículo que el Señor tiene preparado especialmente para ti, dedicado para ese momento que estás viviendo. Reforzado con un almuerzo BBB y que todo fluya en el trabajo (*). Pero al llegar a casa siento como si me tiraran varios sacos de cemento a la espalda, y yo sonrío mientras lucho por cargar el cemento a su siguiente parada. De alguna forma, la hora de la ducha se convirtió en mi momento con Dios: donde mejor me siento para orar, y con el fluir del agua, simplemente salgo renovada y con una sonrisa honesta, verdadera. Y ayer, tras haber puesto un tema en particular en oración y ayuno, llegué a casa con mucha energía y entusiasmo, y un regalo adelantado de Navidad que pensé que la hora de la cena se convertiría en una fiesta. Pero no fue distinto a los otros días, y guardé un poco de la energía para dedicársela al cemento, mientras le pedía a Dios que me ayudara a ver lo que me quería mostrar en estos momentos.
Fue así que esta mañana Dios me habló a través de los devocionales, todos escritos casi que con dedicatoria. Esta mañana el Señor me confirmó la promesa que me hizo hace poco más de un mes, pero ahora tuvo el detalle de recordarme que tener paciencia es sonreír mientras cargo el cemento, porque las cosas suceden en Su tiempo, que es perfecto, sin equivocación y sin retraso. Y esto no se me olvidaría si me mantuviera más constante en oración.
Todavía no me bajo de la montaña rusa, pero creo saber lo que tengo que hacer desde ahora.
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:6-7)
(*) Ok, no siempre todo fluye en el trabajo y a veces los almuerzos no son buenos tampoco. A veces algún cliente te lanza su propia bolsa de cemento. Pero como leí por ahí: No existe tal cosa como un mal día, sólo tomamos un mal momento y elegimos llevarlo con nosotros todo el día.
QUE VIVA QUITO!!!
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